Una familia de alcaravanes
Por: Jasbleady Castañeda
El alcaraván (Vanellus chilensis) es un ave suramericana que llega a medir hasta 35 cm, llamativa por su altura, los fuertes sonidos que hace en pleno vuelo y por su particular forma de defenderse, pues cuando se siente atacado o en caso de estar protegiendo a sus crías, se lanza al ataque a quien se acerque o se tira al piso en un lugar diferente al del nido para hacer creer que allí se encuentran sus huevos, “despistando al enemigo” quedando inmóvil con las patas hacia atrás.
Aunque en algunos países es domesticada por su agilidad para alimentarse de insectos, en nuestra ciudad es un ave de paso que frecuenta cada vez más los cuerpos de agua o sus cercanías buscando lugares de anidación. El nido de un alcaraván es básicamente un hoyo excavado en la tierra, donde suelen encontrarse entre 2 y 4 huevos; pueden observarse en zonas abiertas incluso poco convencionales, como parqueaderos, separadores de las avenidas entre otros, pero el que aquí reporto es en pleno campo deportivo.
Hace aproximadamente 2 meses sigo la pista a una pareja de alcaravanes que atacaba a una persona en pleno campo de lanzamiento de bala en las instalaciones del Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) ubicado en la Calle 60 con Cra 63, me sorprendió ver la manera como planeaban ahuyentando al deportista que corría despavorido por toda la pista, evidentemente estaba acercándose demasiado a su nido. Empecé frecuentar el lugar, hasta que logré por primera vez fotografiar a sus crías que correteaban y usaban como escondite agujeros que hacen en el suelo las esferas de casi 7 kg que lanzan los deportistas en el campo y que sin pensar ayudan a avanzar en el trabajo de excavación de los alcaravanes. Ante la mirada desconfiada de los padres y la posición inmóvil de una de las crías, logré tomar la foto.
No habían pasado dos semanas y volví al lugar, lejos de imaginar que las crías ya tenían los colores característicos de sus padres y se movilizaban por todo el campo a sus anchas, en medio de los entrenamientos y a sabiendas que son observados todo el tiempo.
Tanto los deportistas, visitantes y administrativos del IDRD se han acostumbrado a la algarabía de los alcaravanes, saben que allí están sus crías y que aunque deben seguir los entrenamientos, estos visitantes hacen parte de su vida diaria, incluso se han vuelto cotidianas las anécdotas de persecuciones de los alcaravanes a quien se acerque demasiado, un buen ejemplo de convivencia.
Jasbleady Castañeda
Lic. Biología
Universidad Pedagógica Nacional
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