Por: Ayesha Salas Tobón
Sobre el territorio de Bogotá se extienden fuentes hídricas en sentido oriente occidente conocidas como Humedales Urbanos, que de acuerdo a la definición del Convenio Ramsar humedales son “extensiones de marismas, pantanos y turberas, o superficies cubiertas de agua, sean estas de régimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluidas las extensiones de agua marina, cuya profundidad en marea baja no exceda los 6 metros”, y en este caso se analizarán los que se encuentran dentro del perímetro urbano de la ciudad.
En la actualidad a los humedales no se les ha dado el valor que tienen como ecosistemas, ricos en diversidad biológica que en su mayoría alberga especies endémicas, residentes nativas, de paso y migratorias que no encuentra refugio en otros ambientes (Andrade, Castañeda, 2005) y escogen este hábitat por sus características singulares. Los humedales son importantes por sus funciones ecosistémicas, también considerados como ejes transformadores de múltiples materiales biológicos y químicos, denominado los “riñones” de la tierra por su capacidad de filtración y absorción de ciertos contaminantes dentro de los ciclos químicos e hidrológicos, así como también por ser receptores de aguas naturales o artificiales (Abarca, 2002).
Infortunadamente a través de la historia se ha observado su transformación y deterioro en la gran mayoría de los casos, donde la situación ambiental de su estado depende del impacto sobre ellos de los asentamientos humanos que se encuentran a su alrededor.
Las principales avenidas de la ciudad han contribuido a la fragmentación de los que antes eran lagos y convirtiéndolos en áreas de humedales, dejando como resultado la formación de parches dentro de la matriz que modificaron el funcionamiento normal del sistema hídrico, y de paso afecta la fauna y flora de la zona. Actualmente los Humedales La Conejera y Capellanía, se encuentran amenazados en un futuro cercano, por la Autopista Longitudinal del Occidente (ALO) o Avenida Cundinamarca proyectada con un ancho de 100 metros aproximadamente.
No todos han sido considerados humedales
En los últimos 60 años de Bogotá, sus habitantes han contribuido a la pérdida de 50.000 hectáreas de humedales dentro del perímetro urbano, por lo tanto quedan actualmente 674 hectáreas, distribuidos en 14 humedales de planicie, con los humedales Juan Amarillo, La Conejera, Guaymaral, Córdoba, El Burro, Techo, La Vaca, Capellanía, Meandro del Say, Jaboque, Santa María del Lago, Torca, Tibanica y El Salitre. La gran mayoría de estos humedales en el 2003, fueron declarados Área Importante para la Conservación de las Aves de Colombia y el Mundo por el Instituto de Investigaciones de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt y Bird Life International. El humedal es decisivo para la vida de muchas especies, algunas de ellas endémicas, en peligro de extinción y amenaza.
Solo los anteriormente nombrados han sido considerados como humedales urbanos de Bogotá, por los diferentes mecanismos e instituciones distritales ambientales, pero ¿qué pasa con los que han sido excluidos de allí?. Seguramente para que sean incluidos en esa lista deben tener importancia internacional según la Resolución 157 de 2004, ¿por qué han sido rezagados de hacer parte de proyectos? que según algunos tienen potencial para el éxito de actividades de restauración. Los humedales no incluidos, que la gran mayoría de habitantes ignoran y que tiene Bogotá son: el Río Tunjuelo, el Río San Cristóbal, el Río Arzobispo, el Río Salitre, el Río Torca, Quebrada Yomasa, el Río Juan Amarillo, el Canal de Los Comuneros, el Canal Rionegro, el Canal de Los Molinos, el Canal Río Callejas, el Canal Córdoba, el Canal de San Francisco, el Canal de Guaymaral, el Canal y Río Fucha, los lagos del Parque Metropolitano Simón Bolívar, el parque de los Novios, el Parque Timiza, el Club Campestre Los Lagartos, el Club Guaymaral, el Club Campestre Los Arrayanes y del Country Club, todos estos también son humedales, que están distribuidos a lo largo y ancho del territorio. Y sobre todo el más importante a donde llegan la gran mayoría de estas fuentes hídricas, es el Río Bogotá, el cual se encuentra dentro del perímetro urbano en algunos sectores del occidente de la ciudad. ¿Qué ha pasado con los que no son considerados humedales?, ¿acaso no se les debería de dar igual importancia que a los 14 humedales anteriormente nombrados?, o ¿acaso deben cumplir con unas características especiales para ser catalogados con este nombre?.
Hay muchos de éstos que por la acción humana han perdido los bordes naturales que conforman su morfología y la serie de transiciones entre especies vegetales y animales que permiten el balance normal de su ecosistema y ahora se encuentran encerrados entre barreras de todo tipo (Leal, 2013), provocando transformaciones socio-espaciales irreversibles, siendo canalizados, convirtiéndose en simples elementos hídricos que atraviesan el paisaje urbano, perdiendo por completo sus funciones ecosistémicas como mecanismos de absorción de agua, actuando como una esponja en las épocas lluviosas evitando las inundaciones y recargando los acuíferos como reservas de agua para las épocas secas de la metrópolis, porque los humedales son elementos importantes de regulación climática. Por medio de las plantas lacustres se retienen sedimentos que llegan y capturan contaminantes localizados a su alrededor, donde hay un mejoramiento en la calidad ambiental del aire y del agua, del cual las grandes metrópolis como Bogotá necesitan cada día más, por los índices de contaminación que van en aumento, los humedales son elementos que brindan muchos beneficios a la ciudad y a su contexto, pero solo si se conservan y mantienen en buen estado.
Impacto generados por las acciones antrópicas
La principal causa de deterioro de los humedales han sido las urbanizaciones piratas, donde se realizan rellenos para construcciones ilegales, procesos de desecación para convertirlos en tierras de labor, basureros, botaderos de escombros y en algunos casos vertederos de aguas negras (DAMA, 1997), esa última a causa de las malas conexiones de las aguas sanitarias a la red de alcantarillado, realizándose el gran error de conectarse por desconocimiento a la red pública de aguas lluvias, las cuales llegan a las fuentes hídricas generando altos índices de contaminación y destrucción de los ecosistemas. Esto es el caso sobre el curso de los ríos Juan Amarillo, el Salitre, San Cristóbal, Fucha y Tunjuelo, afectados por la adición de vertimientos domésticos, industriales y de otras fuentes relacionadas con la alta densidad de ocupación y producción urbana.
Hoy los humedales de planicie más deteriorados y reducidos son los de Capellanía, Tibanica, Techo, El Burro y La Vaca. Los cuatro últimos estratégicos por su ubicación, pues se encuentran en uno de los sectores más secos de la ciudad, por lo tanto su función como reguladores ambientales, hídricos y de humedad relativa, es fundamental (DAMA, 1997), lamentablemente son los ubicados en el sur occidente de la ciudad, donde se encuentra la población de estratos socioeconómicos bajos y se aclara que no por estar ubicados en zonas donde vive población de bajos recursos, quiera decir que son ellos los responsable de su deterioro, los cuales reflejan problemáticas sociales sobre los ecosistemas y donde no hay ninguna autoridad. Los humedales han sido dejados a su suerte, a manos de urbanistas, lechos ideales para arrojar escombros, basura y animales muertos (Jiménez, 2013), asociados con lugares de miedo por su inseguridad y dominados por especies invasoras que atacan a las especies nativas como los son los gatos y perros.
Por lo tanto las instituciones ambientales deberían de ser más estrictas, como respuesta al artículo 80 de la Constitución Nacional el de “prevenir y controlar los factores de deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la reparación de los daños causados”. Pero este último lleva a otro dilema que es el de compensación de lo que se ha destruido, especificado en Planes de Manejo Ambiental, lo cual no es equitativo, pues ¿qué pasa con lo que se ha destruido y su significado ambiental?, ¿es acaso igual irlo a compensar en otro lugar?, en muchos casos con especies foráneas y creando espacios artificiales enfocados a la recreación pasiva humana que nunca tendrán el mismo significado y valor de lo se ha destruido.
Pero en medio de tanta legislación ambiental que existe, ¿qué tanto ha hecho Bogotá por sus humedales?, ¿por qué hay humedales recuperados y otros en constante deterioro?, ¿qué está sucediendo al interior de las diferentes alcaldías localidades?, ¿pero acaso no todas hacen parte de un todo que es el Distrito Capital legisladas por la Alcaldía Mayor?.
Si es de encontrar un responsable es algo difícil, ya que de echarle la culpa a cualquiera de los actores involucrados como la ciudadanía o las autoridades ambientales no se solucionará el problema, pero si hay que comenzar a propagar la esperanza para la recuperación de los más deteriorados, la conservación de los que se encuentran en mejor estado y la creación de proyectos exitosos que unan los parches aislados, para convertirlos en corredores ecológicos de biodiversidad y convirtiéndolos en pequeños pulmones purificadores dentro de la capital colombiana.
Consideraciones
Durante los últimos años ha aparecido una conciencia ambiental de algunos grupos ciudadanos y educativos, por recuperar el valor intrínseco que brindan estas fuentes hídricas a la ciudad y sus habitantes, creando fundaciones, Ong’s y programas para su conservación con estrategias eficaces para mantener la biodiversidad en paisajes con desarrollo de infraestructura y alterados, es un desafío fundamental. Para que resulte eficaz, debe integrar habilidades científicas con el manejo y políticas aplicados con el fin de lograr resultados prácticos que acarreen beneficios a largo plazo para las especies y comunidades biológicas (Bennet, 1998), lográndose proyectos exitosos como lo ha sido el Humedal La Conejera desde el año 2000, en el cual se ha descontaminado el agua en un 90% y convertido en un corredor ecológico importante dentro de la región, pero también amenazado con la futura construcción de la Avenida Longitudinal del Occidente (ALO) fragmentándolo en dos partes. La conciencia de crisis reconoce la limitación en la apropiación y explotación de los recursos naturales (Boff, 2002) y la necesidad de conservarlos como Áreas Naturales Protegidas.
La protección, conservación, recuperación integral y uso racional de los humedales debe asumir al agua como componente y eje transversal fundamental para la vida, teniendo en cuenta el valor de sus componentes y haciendo parte de la memoria territorial. Por lo tanto, debe considerarse como derecho fundamental colectivo de los seres vivos y de la humanidad. Lo más importante es entrar a una conciencia social ambiental sobre la conservación del Patrimonio Ambiental de la capital, pero de manera más profunda, por medio de la educación, sensibilización y concienciación de la población sobre estas reservas ecológicas que están en riesgo de desaparecer con el transcurrir de los años. También es un desafío para los futuros planificadores, tanto para los que hacen las políticas urbanas ambientales, para los diseñadores y equipos interdisciplinarios, donde tengan en cuenta estrategias de conservación como lo es la proyección de enlaces entre el paisaje urbano y natural. El concepto de corredores como estrategia de conservación ha tenido mucho éxito en atraer la atención de planificadores, ecólogos (Bennet, 1998), estudiantes y docentes en diferentes estudios y propuestas a nivel mundial, pues los corredores de hábitats son un signo palpable de esfuerzos por corregir el paisaje fragmentado (Soulé, Gilpin 1991), el cual es una realidad que viven la gran mayoría de las ciudades y Bogotá no es la excepción.
Tienen mayores probabilidades de conservación los fragmentos de humedales que están entrelazados por corredores de hábitats que los fragmentos que se encuentran aislados y de tamaño parecido (Diamond 1975; Wilson y Willis 1975), se debería de aprovechar que Bogotá tiene dos estructuras ecológicas como los Cerros Orientales y el Río Bogotá, y fortalecer los trampolines naturales que existen como son algunos humedales que se relacionan por su cercanía, que favorecen mejores condiciones de vida a la ciudadanía que se encuentra dentro de esta matriz urbana que forma la gran Bogotá y mejorando la conectividad para especies, comunidades y procesos ecológicos (Bennet, 1998). No se debe esperar a que ellos desaparezcan para comenzar a hacer algo y tener claro que recuperar es más caro que prevenir.
Arquitecta Universidad Católica de Colombia
Estudiante Maestría Asentamientos Humanos y Medio Ambiente
Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile
E-mail: asalas3@uc.cl
Buenas tardes, mi pregunta es: están privatizando el humedal Córdoba? Deseé ingresar el sábado 9 de noviembre de 2013 pero los vigilantes no me lo permitieron. Solo hay acceso al rió a través de las urbanizaciones que parece que fueran solo sus residentes los que tuvieran el libre acceso, igual tiene basura en la parte norte occidente. _Es bueno que lo cuiden y que estén pendientes del no ingreso de malhechores. Pero no que lo cierren al publico. Deseo saber donde ingreso a lagunas de los humedales sin tener que pedir permiso al Acueducto como me aseguraron los vigilantes que debía hacerse. Gracias.
Lamentablemente por ahora ese es el procedimiento, solicitar a la EAAB el ingreso, sin embargo para el tercer sector la entrada es libre.
Gracias por contestar, y en el tercer sector encuentro laguna? y como llego.
Pregunta, el canal del Rio Juan Amarillo, que conecta la calle 90 con la Av 68 que viene del Salitre, veo que tiene una ladera al lado de Makro, ese espacio ¿le corresponde a quien? Pues veo que la construccion está cerrando y poniendo vigilancia.