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Por: Daniel Bernal

El pasado martes 23 de junio a las 6:00 p.m, recorriendo el humedal de Córdoba en su tercer sector hasta llegar a la zona de la avenida Boyacá, decidí pasar por el frente del Lago Choquenzá, el vecino privado y separado del humedal.

De repente y en medio del ruido de los carros de la avenida, emergió un ave de gran envergadura de las aguas del lago. Alisté la cámara y comencé a registrar el hecho. Fue fácil identificar que era un águila pescadora (Pandion haliaetus) por el tamaño del ave y el color de su plumaje. El ejemplar merodeaba las aguas del lago en círculos a poca altura y apuntaba hacia la superficie del lago, era lógico que estaba buscando su comida.

De repente encogió sus alas y se lanzó como un proyectil al agua, al darme cuenta de esto comencé a grabar. Cuando cayó al agua vi que aleteo fuerte y retomó su vuelo. Mi sorpresa fue gigante cuando el ave giró al norte y pude observar como en sus garras llevaba un pez de color rojo intenso que se movía fuertemente.

Luego de merodear por el lago, el águila retorno al humedal y se perchó en un gran sauce, de paso expulsando a un sirirí que se encontraba allí y procedió a devorar lentamente su presa.

La presa es una carpa roja, pez que se ha cultivado por años en Lago del club Choquenzá, lago que hace varias décadas era parte del humedal Córdoba.

 

El águila pescadora es una especie muy adaptable que habita en todos los continentes y en toda Colombia. Los ejemplares que se observan en Bogotá y al interior del país son migratorios boreales (procedentes de Norteamérica) desde los meses de septiembre hasta abril. Este avistamiento es bastante alejado de su temporada de migración habitual, lo cual invita a preguntarnos si puede ser un ave que decidió quedarse en nuestra ciudad y no migrar.

Lo que más me impacto de todo este espectáculo, fue el darme cuenta que ocurría a pocos metros de la Avenida Boyacá en medio del ruido de los carros y del típico trancon que se produce en la zona.

¿Cuantos de los que miraban por las ventanas del carro o de un bus pensarían que a pocos metros la naturaleza nos obsequiaba este regalo?, ¿cuantos de ellos sabrían que allí queda un humedal?, ¿cuantos de ellos sabrían que Bogotá alberga águilas en su territorio?.

Esta es solo una de las pruebas que nos demuestra que Bogotá es megadiversa y que los humedales son parte de esos escenarios naturales en donde se permite la manifestación, en todo su esplendor, de esa biodiversidad.

Autor: Daniel Bernal, daniel@humedalesbogota.com, twitter: @danielbernalb

 

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