Por: Mariana Liceth Pedraza A.
mariana@humedalesbogota.com, twitter: @MpedrazaA
Comenzamos a recorrer el Humedal de Córdoba hacia al tercer sector, para mi era mi primera vez en este humedal, al adentrarnos me sentí como un hada entrando a un bosque encantado, en ese momento recordé esos cuentos que leía cuando era niña, en los cuales había arboles que te hablaban los cuales tenían grandes espíritus dentro y entonces fue en ese momento que me pregunte ¿cómo es posible que las personas que dicen ver o escuchar ángeles no escuchen a los árboles? Si estos tienen tanta magia, te dan tanta paz, para mí el abrazarlos es encontrarme con el gran espíritu que estos poseen, porque es ahí realmente cuando logro entender que la naturaleza no solo es de lo que se nos hablaba cuando estábamos aprendiendo biología o Ciencias Naturales, en las cuales se nos enseñaban a la naturaleza como algo lejano a nosotros, donde se nos mostraba como seres apartados de esta y no como lo que realmente somos, seres interconectados con todo lo que nos rodea.
Continuamos nuestro camino por el Humedal y de repente como si nada más fuera posible ante nuestros ojos apareció un bosque lleno de arboles gigantes, los cuales poseían algo que a mí me impacto en sus troncos como si estuviera sacado de uno de los cuentos de los hermanos Grimm, o algún cuadro del más impresionante pintor, aparecieron estos arboles completamente recubiertos de musgo y líquenes al verlo parecía mágico, después de preguntar e investigar un poco comprendí que esto es un bioindicador de la calidad de aire que se respira en este increíble lugar. Yo maravillada por lo que presenciaba no podía creer el regalo que la naturaleza nos estaba dando, el humedal nos abría su alma, parecía que los árboles nos hablaran, casi que podíamos cerrar los ojos y escucharlos, dándonos la bienvenida, en este momento sentimos la necesidad de abrazar a estos majestuosos arboles, fundiéndonos en un gran un gran abrazo, en el que sin mencionarlo todo se fue quedando en un silencio absoluto, en el que solo se escuchaba el sonido de las aves, haciendo eco con el sonido de las hojas de estos hermosos arboles.
En ese momento todos nos visualizamos como gnomos, ogros y hadas que se convertían en los cómplices de las miles de historias que este tenía para contarnos , este instante nos ayudo a conectarnos totalmente con el Humedal a través del silencio que nos acompañaba, logramos escuchar y sentir lo que nos quería transmitir lo que sus guardianes querían mostrarnos.
Y fue como si estos nos dieran permiso para poder seguir con el recorrido por el Humedal , ya que a medida que avanzábamos este nos iba brindando toda su majestuosidad todo su esplendor. De repente aparecieron frente a nosotros un grupo de tinguas y fochas las cuales como si entendieran que estábamos ahí no para hacerles daño, fue como si de una u otra manera pudieran ver el corazón de todos los que allí estábamos y quisieran darnos un saludo con el batir de sus alas.
Crecemos pensando que las piedras no logran sentir, que la gente que le habla a los arboles o a las plantas son personas raras o que están locas, para mi es muy curioso que las personas nos observen cuando nos detenemos a ver un árbol o un ave, es muy gracioso como ellos nos miran con rareza, para mi ellos son los que están locos, ya que no entiendo cómo es posible que vivan tan preocupados, tan acelerados, que no sean capaces de ver lo hermoso de su entorno, me parece increíble que muchos no conozcan ni siquiera un humedal y lo peor que ni se den por enterados que existan lugares tan increíbles como estos en nuestra ciudad.
Por último quiero invitarlos a que se pierdan en los encantos de estos lugares tan increíbles como son los Humedales de Bogotá
Qué bonito artículo Mariana, te felicito y te envío un abrazo
gracias Alejandro 😀