Bordes y humedales
Por: Juana Leal
Twitter: @JuanitaLeal
Hace pocos días, durante mi primera visita al Humedal Santa María del Lago por un momento me sentí dentro de una escena de película; El protagonista sediento y tostado por el sol atraviesa un desierto y de repente, luego de muchas alucinaciones cuando finalmente se resigna a tomar el último cuncho de agua tibia de su botilito, alza la mirada y no muy lejos encuentra un oasis. A pesar que la comparación sí es un poco exagerada creo que más de uno se ha sentido así, la dureza ambiental de la ciudad en algunos lugares puede ser fácilmente tan hostil como lo podría ser un desierto para cualquiera de nosotros.
Más allá de utilizar esta comparación como una mera forma de exaltación de los humedales, valdría la pena realizar una reflexión sobre las características espaciales que permiten dicha percepción. Para comenzar se puede identificar como existe una situación contrastante entre dos ambientes; Por un lado tenemos características difíciles de para adaptar a la fisonomía del ser humano como las temperaturas extremas, texturas y materiales duros, ásperos, difíciles de amoldar y peligros de todo tipo y tamaño al acecho; mientras que el otro extremo provee elementos básicos para subsistir; Sombra para protegerse de la lluvia y el sol, agua, alimento y el placer estético que produce la belleza de un espacio de sosiego.
Estos espacios contrastantes son el producto de constantes cambios y transformaciones que afectan sus dimensiones y bordes, en el caso de los desiertos fenómenos como la erosión determinan sus características físicas, en el caso reciente de los humedales de Bogotá sería la acción humana a través la expansión de la ciudad. Los humedales han perdido los bordes naturales que conforman su morfología y la serie de transiciones entre especies vegetales y animales que permiten el balance normal de su ecosistema y ahora se encuentran encerrados entre barreras de todo tipo, desde paramentos de vivienda informal hasta torres de apartamentos de 20 pisos, pasando por industria, todo tipo de muros, mallas y rejas.
Los bordes físicos de los que hablamos son muchas veces reafirmados por bordes administrativos y mentales, y efectivamente deberían ser explorados desde muchos más ámbitos como el diseño y la arquitectura, pues si bien pueden servir como herramientas de regulación y control no se puede esperar que marquen un límite absolutamente impermeable entre lo que sucede en dos espacios. Lo que se construyó sobre un humedal todavía contiene rezagos naturales y elementos que permanecen como parches en la ciudad, pero aún más importante, las personas que definen la vida en las ciudades habitan fuera de este borde pero sus acciones afectan directamente lo que pasa dentro.
Desde esta perspectiva sería interesante pensar en formas de hibridación de estos dos espacios a través de la modificación de sus bordes, como este oasis podría ganar espacio para que finalmente no se nos cruce más por la cabeza pensar que vivimos en un desierto sino en una ciudad que le saca partido a toda la riqueza ambiental que posee y ofrece las mejores condiciones ambientales para vivir.
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