¡No hemos hecho nada!
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Por: Nicolás Acosta S.

“A la naturaleza hay que ir
A contemplarla
A defenderla” RGJ

No somos hacedores de nada nuevo en la existencia. Quizá solo somos portadores de algo más que constituye un caminar, y en él hemos de entender la vida como una manifestación que convoca a la sensibilidad más interna que compone nuestro más esencial sentido de humanidad; es decir, solo somos unos caminantes en busca de un sentido, y los sentidos encargados de mostrarnos esa realidad que suscita nuestro milagro vital en el universo, confirmándonos como seres dialécticos.

 Bandada de chulos, Coragyps atractus. Humedal de la Conejera.

 

El Servicio Social en nuestro colegio ha sido una excelente oportunidad para llevar a cabo esa responsabilidad social que todos tenemos con nuestros semejantes, entendido como todo aquello que nos rodea, y no lo digo por el hecho de hacer algo por hacerlo, sino porque nuestra experiencia desde el potencial humano nos llevó por lo más sencillo pero esencial para conservarnos como especie humana: conocer, respetar, proteger y conservar ese espacio vital para variadas especies de flora y fauna que conforman los ecosistemas denominados humedales.

 Chrysomus icterocephalus, comúnmente llamada monjita; símbolo de las aves en Capellanía

 

En este tiempo nos hemos dedicado a pajarear el humedal de Capellanía, perteneciente a la cuenca del río Fucha, ubicado en la localidad de Fontibón y a tan solo dos cuadras de nuestro colegio. Digo pajarear porque las aves son la especie de fauna más llamativa del humedal, por lo cual hemos observado e identificado al menos unas 24 especies de ellas, las cuales las tenemos documentadas en fotografías y en una guía de aves que a manera de diario sirve para hacer conteo de las especies, identificar cuales nos visitan en sus rutas migratorias, cuales son residentes permanentes y tristemente también, cuales disminuyen su población como consecuencia de las problemáticas propias del urbanismo, la falta de conciencia y apropiación de quienes hemos tomado su lugar para explotar el suelo con distintos fines.

 Humedal Juan Amarillo

 

Así mismo, realizamos visitas a otros humedales de la ciudad, como han sido el del Burro en la localidad de Kennedy, Juan Amarillo y Conejera en la localidad de Suba. Estos recorridos nos han dejado como resultado la comparación en cuanto a la forma más adecuada de cómo llevar a cabo la conservación más conveniente para nuestro humedal.

 Contrapicado, desde una Acacia amarilla en busca del Señor Búho

 

Pero, ¿Qué hemos hecho? identificar las problemáticas más frecuentes con el ánimo de transformar a futuro la relación humana propia de los hábitos urbanos con la naturaleza, conocer la flora aprendiendo de sus usos medicinales, reguladores y hasta sagrados para la cultura Muiska, (de la cual se evidencia su legado y vigencia por todos los rincones del área ecosistémica), madrugando nos hemos abierto un espacio para dibujar, fotografiar, reírnos, caernos untándonos un poco de madrebarro, burlarnos de nosotros mismos, subir árboles, apreciar que con el silencio aparecen sonidos que más con contar cantan historias; descubriendo que el paraíso puede estar mucho más cerca de lo que imaginamos. Compartir y conocernos un poco más allá del espacio formal y académico, tejiendo lazos de amistad y complicidad, construyendo sociedad y hasta difundir el nombre de nuestro colegio apoyándonos en colectivos, que como el Jardín Botánico, el Acueducto de Bogotá o la Asociación de Ornitólogos de Bogotá acompañan este proceso. También recogemos algo de basura, pero desde la perspectiva de que es mucho más útil, enseñar a no propagar la cultura del consumo sino aprender a consumir con conciencia de lo que compramos y cuál es su huella a futuro, lo cual tiene un impacto superior, seres humanos que no dañan la vida de los otros al atentar contra el planeta botando el empaque a la espera que otro lo recoja o el agua y el viento lo eliminen de mi vista.

 Censo de aves acuáticas, con la ABO en Capellanía

 

Ante todo esto nos queda solo la certeza que no hemos hecho nada, el esfuerzo debe multiplicarse, desde el salón de clases, en la casa, en el parque, la calle, en Bogotá y el resto de Colombia. Lo que existen son miles de paraísos para muchas especies vivas que se enfrentan a diario contra la reducción de su ecosistema a manos de la avaricia humana por petróleo, oro, carbón, ganadería, y cosas aún más insignificantes. Así que esto no es más que una invitación a sumarte, desde tú conciencia y posibilidad por dejar de pedir más, sino a devolver algo de lo que todos los días nos permite el minúsculo acontecimiento de respirar, de existir.

Autor: Nicolás Acosta S, nicolasacosta.82@gmail.com

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