Más allá de los humedales, la ciudad. Implicaciones del proyecto ALO, Parte II: Engativá y Suba

Más allá de los humedales, la ciudad. Implicaciones del proyecto ALO, Parte II: Engativá y Suba

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Por: Germán Andrés Quimbayo Ruiz.

 

En la entrega pasada de esta serie de artículos de la estrategia #ALObien, hicimos hincapié en que para abordar las implicaciones de un proyecto como el de la Avenida Longitudinal de Occidente-ALO-, se tiene que ir más allá de la simple premisa de contraponer a los humedales con lo que ocurre en el espacio urbano. De hecho, de cómo se piense planificar y construir la ciudad, dependerá también el bienestar de estos importantes ecosistemas. Un buen ejercicio de ordenamiento urbano, es un necesario ordenamiento ecológico. Allí, la biodiversidad no es algo accesorio y de paso será excusa para promover valores de comunidad e inclusión social, los cuales tienen un rol decisivo para resolver problemáticas ambientales.

Así como se llevó a cabo para la localidad de Fontibón, la Fundación Humedales Bogotá también hizo un recorrido por las localidades de Engativá y Suba con el fin de establecer otro inventario de alertas sobre el área de influencia del proyecto ALO, más exactamente en el tramo comprendido entre la calle 72 y el humedal La Conejera. Claramente los asuntos más críticos en términos ecológicos de la proyección de la ALO, será su impacto sobre área no solamente de éste humedal, sino también de Tibabuyes o Juan Amarillo. Para éste último en particular, la vía tendrá un impacto directo sobre una zona conocida como “La Chucua de los Curíes”, uno de esos inesperados resultados de la acción humana (es el final del Canal Bolivia que trae aguas lluvias y residuales) que ha propiciado un ya vulnerable “hotspot” de biodiversidad asociado al tercio medio del humedal. Sobre La Conejera no hay que decir mucho, ya que se trata del humedal más emblemático en términos sociales y ecológicos que tiene Bogotá. Pero si solo nos concentramos en los humedales, quizá perdamos de vista la complejidad del territorio urbano en el que están inmersos, además de las implicaciones de un proyecto como la ALO, necesario para algunos, pero ya anacrónico en su planteamiento original.

Gran parte de este tramo es el que corresponde a esa siempre famosa toma fotográfica [tomas: 1 y 2] que usan no solo en notas de prensa, sino quienes apoyan el proyecto. Es cierto, en esas imágenes se ve “perfectamente” el trazado, con áreas dispuestas y predios comprados para ser intervenidos. Es que “no ha habido un gerente que se encargue de eso”, es lo que usualmente se escucha. Pero más allá de eso, si uno se detiene a mirar lo que hay en ese entramado urbano consolidado existen dinámicas socio-económicas poco perceptibles en el paisaje, pero que están allí moldeando esos espacios urbanos diariamente. En ese escenario la ALO deja de ser una avenida perimetral, y empieza a relacionarse con centralidades y dinámicas urbanas que bien o mal ya están establecidas y que condicionarán el éxito de este proyecto. Y los humedales, ahí.

Existe una arraigada creencia, promovida especialmente por sectores de la infraestructura, acerca del poder que tienen grandes obras en transformar de manera siempre positiva el espacio que vivimos. Efectivamente, han existido muchos proyectos exitosos y que nos han beneficiado a todos en materia de desarrollo urbano. No en vano existe ese dicho de “obras son amores”. Pero una cosa es el deseo, y otra el principio de realidad. Sin haberse materializado del todo, el éxito de estas obras se dan por sentado anticipadamente, por lo que parece más una excusa para favorecer intereses particulares al interior no solo del gremio de la infraestructura, sino de sectores políticos que los respaldan. Posan de ofrecer soluciones de movilidad, olvidándose que la ciudad la construyen personas, quienes más que simplemente moverse, necesitan de accesibilidad a los bienes y servicios que ofrece la ciudad. Gran diferencia.

Esta premisa nos da pie para plantear cómo la promoción de obras como la ALO parte de supuestos y prejuicios que desconocen lógicas sociales y culturales que suceden en el territorio, que bien hay que tener en cuenta si realmente se quieren resolver problemas de ciudad y no terminar por agravarlos. En este tramo del proyecto, quizá las tensiones urbanísticas no sean tan evidentes como en Fontibón, pero eso no necesariamente indica que afecte las dinámicas sociales y económicas de quienes habitan esta zona, quienes en su mayoría se encuentran en estratos socio-económicos 1 a 3, y no en menos casos, en condiciones sociales de vulnerabilidad. Directamente implicados se encuentran los barrios Bachué, Bochica I y II, Luis Carlos Galán y Villa Cristina, en Engativá; Corinto de Suba, Nueva Colombia, Aures II, La Gaitana, Compartir o Bilbao en Suba.

Para estas zonas urge primero que se mejoren sus vías actuales, su espacio público, generar corredores para peatones, ciclas y ante todo, transporte público. Que los espacios abiertos, en particular algunas de esas reservas viales, dejen de ser espacios poco seguros y se conviertan en áreas de esparcimiento y encuentro. Es allí donde retornan los humedales y su valor para ser ejes fundamentales de esos cambios y transformaciones.

Puede parecer una anécdota trivial, pero en nuestro recorrido nos encontramos a una mujer ya entrada en años, quien iba de Bachué a Bochica II, y quién nos comentó de manera jovial que el pan que ella conseguía en una panadería del primer barrio era más delicioso del que ella podría encontrar en el segundo, el cual es su lugar de residencia. Para ello tenía que atravesar una destartalada e insegura calle en medio de un área de reserva vial para la ALO. Como ella, hay múltiples ejemplos de cómo las dinámicas cotidianas de las personas son las que construyen su experiencia en la ciudad. Quizá sea mejor en esos casos, pensar en ese principio de acceso y derecho a la ciudad, más que en “mover” vehículos de carga.

Para concluir entonces, después de este recorrido y reflexiones nos han surgido estas inquietudes:

  • ¿Alguno de los sectores que promueven la avenida han tenido en cuenta las consideraciones de valor ecosistémico para áreas sensibles de los humedales de La Conejera y Tibabuyes-Juan Amarillo?.
  • ¿Se han preguntado si existe un estudio de suelos en donde se supone se harían los pasos o puentes de la ALO por los humedales? (los renders aguantan todo).
  • ¿Se sabe de estudios sobre amenazas y riesgos para obras de infraestructura en la zona?.
  • ¿No existen otras maneras de intervención y mejoramiento urbanístico que incorporen no sólo los elementos de la biodiversidad al diseño urbano o que permitan el mejoramiento de la calidad de vida de zonas urbanas ya consolidadas?

Algunos especialistas ya han puesto en duda que con el escenario actual del proyecto, sí se tendrán problemas urbanísticos lo que confirma una vez más que esto es un asunto que va más allá de ser algo de “ambientalistas radicales” (ojalá así fuera, iríamos realmente a la raíz de los asuntos). Y eso que aquí no hemos abordado los diferentes matices que ha venido tomando este proyecto en plena campaña electoral.

Esperamos en próximas entregas contar qué acontece con los extremos sur y norte del proyecto ALO, los que aparentemente son los más factibles, pero del que poco se conocen sus dinámicas sociales y ecológicas. Nuevamente insistimos: es el cómo se piensan y terminan desarrollando estas obras, más que juzgar su pertinencia. Ante todo, es acudir a los cada vez más devaluados principios de precaución y de realidad.

Autor: 

Germán Andrés Quimbayo Ruiz (@gquimbayo). Ecólogo de la Pontificia Universidad Javeriana (sede Bogotá) y magíster en Geografía de la Universidad de los Andes, Colombia. Es investigador independiente. Ha trabajado con instituciones como la Secretaría Distrital de Ambiente de Bogotá y en el Instituto Alexander von Humboldt. Asimismo, ha sido colaborador de la Fundación Humedales Bogotá desde el año 2011. Le interesan los asuntos de ordenamiento territorial, participación social y comunitaria en temas ambientales, con especial énfasis en ecosistemas y paisajes urbanos.

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  1. Cuando toman decisiones sin contar con los habitantes de estos lugares no piensan que dejaran a muchas familias sin un techo donde vivir porque el hecho no es darle un ,mínimo valor por su casa y que miren que pueden hacer con eso viendo que no podrán volver a tener una casa propia

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  1. Cuando toman decisiones sin contar con los habitantes de estos lugares no piensan que dejaran a muchas familias sin un techo donde vivir porque el hecho no es darle un ,mínimo valor por su casa y que miren que pueden hacer con eso viendo que no podrán volver a tener una casa propia

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