Por: Daniel Bernal.
Imaginémonos por un momento un Martín pescador (Megaceryle torquata) que viene del oriente Colombiano y que sobrevuela Bogotá buscando alimento y descanso. Durante un largo rato, en nuestra ciudad, sólo observa manchas grises en el suelo y escucha ruidos fuertes y extraños. De repente, observa una mancha verde y azul donde puede descansar. Es el Humedal El Salitre donde un grupo de pajareros, entre los que me encuentro, lo observa e identifica logrando un bonito y raro registro para nuestra ciudad. Ocurrió en el año 2011, cuando este humedal no hacía parte de los humedales reconocidos por el Distrito Capital.
Este ejemplo didáctico nos muestra la importancia de un cuerpo de agua para las aves. Cada «charco» es un punto de conexión, una oportunidad de vivienda permanente o temporal para cualquier clase de ave, sea migratoria o no.
Los humedales son un componente básico de nuestra ciudad. Como vecino del Humedal Santa María del Lago conozco los beneficios que aporta un humedal. Al levantarme en la mañana escucho el canto de las aves y al asomarme respiro el aire puro y frío del humedal. Es un lujo ver pasar aves, en lugar de carros al frente de mi ventana. Y aunque sé que la historia dice que vivo sobre un humedal que fue rellenado hace unos 30 años, como infortunadamente muchísimas construcciones hechas en Bogotá, decidí tratar de entender y así apreciar algo de lo que sucede a mi alrededor. Así comencé a entender que el humedal en el que vivo, es de los pocos cuerpos de agua con un estado aceptable de sus aguas y que se encuentra en continuo mantenimiento y cuidado. Me considero afortunado al vivir en este lugar. Los vecinos, que hace unos 15 años se quejaban por esa laguna de “aguas pichas”, ahora la proclaman como un gran atractivo cuando venden su propiedad.
Algunas personas nos dicen, que “cualquier charco” no es importante ni debe ser catalogado como cuerpo de agua, pero es curioso darnos cuenta de la importancia de ese “charco” para las aves. Hace unos años Jorge Escobar observó en el pequeño lago que tiene en la entrada el cementerio Jardines de Paz, a una tingua pico rojo (Gallinula galeata) anidando, lo que nos muestra que un “charco insignificante” para las personas, puede ser el hábitat de un ave silvestre.
No obstante, un humedal es más que sólo un refugio para las aves. Para nuestros ancestros, los muiscas, los humedales son el útero de la Madre Tierra y como tal merecen un respeto y cuidado especial, no solo biológico o ecosistémico, sino espiritual y ancestral. Esta visión nos da una idea de lo valioso que es un cuerpo de agua para religar y entender lo que somos y lo que fuimos.
Los humedales nos enseñan a los citadinos lo que nos falta para ser ciudadanos completos: entender nuestra conexión con la Madre Tierra, con la Madre Agua y con nosotros mismos a través de la naturaleza que nos rodea, así aparentemente sea muy escasa.
Autor: Daniel Bernal, daniel@humedalesbogota.com, twitter: @danielbernalb