Bogotá es una ciudad muy particular, llena de espacios como humedales y cerros que si bien no son propiamente un rezago de lo que la ciudad no se “devoró” de la naturaleza, son la fiel expresión en el paisaje de cómo la sociedad bogotana se ha relacionado con su entorno y biodiversidad. Por ello, cuando empecé a escuchar sobre el Humedal Salitre, no me extrañó el saber de su “inesperada” existencia, rodeado por la urbanización y en medio de instalaciones deportivas y recreativas de uso masivo.
Ha sido interesante ver cómo una decisión de manejo del suelo en el complejo del Parque El Salitre la cual, fue dejar un lote sin un aparente “uso” (la conservación también es un uso), da lugar a la formación de un pequeño pero valioso ecosistema, suficiente como para movilizar a una importante cantidad de personas (y algunos sectores políticos) en su defensa, tal y como se apreció el sábado 18 de junio. El humedal no solamente es un refugio de la fauna y flora local, como ya ha sido reconocido. También provee una serie de servicios ambientales, entre ellos, el brindar tranquilidad y aire puro a los habitantes de varios barrios de la localidad de Barrios Unidos.
Ahora, se pretende realizar la construcción de un escenario multipropósito para conciertos y grandes eventos, que guarda relación estrecha con los intereses económicos y de finca raíz que han condicionado el crecimiento de Bogotá. Como en la mayoría los dilemas “ambiente y desarrollo”, una obra necesaria pero en el lugar y contexto socio-ecológico equivocado. Esta movilización social y política que ha suscitado el Humedal Salitre, me evocó varios recuerdos en torno a las luchas por la “visibilización” política de los humedales de Bogotá hacia mediados de la década de 1990. Casos emblemáticos como el de La Conejera, Santa María del Lago, Juan Amarillo, Córdoba, entre otros, hicieron posible la idea de una Red de Humedales en la ciudad.
Pese al significativo interés en la opinión pública sobre temáticas ambientales, paradójicamente las problemáticas y conflictos asociados se encuentran cada vez más lejanos a su solución, debido a una falta de acuerdos sociales y políticos de ciudad, sobre cómo eso que llamamos “naturaleza”, debe articularse en la dinámica de Bogotá. Esa articulación no es excluyente y no debe ahondar en dicotomías obsoletas de “natural-no natural”. Más allá de todo lugar común ecologista o intereses electorales a nombre del ambientalismo, movilizaciones sociales como las del pasado sábado en defensa del Humedal Salitre, son las que deben inspirar otro modelo de ciudad, más allá de la demagogia, el oportunismo politiquero, la ignorancia y los escándalos por todo tipo de “carruseles de la contratación”. Por ahí podría estar una alternativa a un proyecto de ciudad y que no se le escucha a ningún “futuro salvador de la ciudad”, a propósito de las próximas elecciones a la Alcaldía Mayor de Bogotá.
CODA:
A propósito de que no nos dejaron mapear el perímetro del humedal el sábado, es urgente delimitar cuál es su área y desde cuándo los predios dejaron de ser del Distrito y ahora son privados.
Germán Andrés Quimbayo Ruiz, es ecólogo de la Pontificia Universidad Javeriana. Actualmente es candidato a Magíster en Geografía de la Universidad de los Andes. Ha trabajado en educación ambiental y le interesan los estudios de ecología política, cambio de paisajes y la historia ambiental.
Twitter: @gquimbayo.
Blog: http://gquimbayo.wordpress.com
Gracias Germán por dar tu punto de vista, excelente artículo.
El mensaje debe ser claro, la movilización es una buena alternativa para luchar por nuestros derechos.
Trabajemos para que en unos años estemos incluyendo a la lista otro caso emblemático, el humedal El Salitre.
Germán, creo que es muy acertado tu análisis. Estoy de acuerdo en que una tarea importante es superar los lugares comunes del ambientalismo y la política. Es muy importante mantener la movilización social en torno al Humedal el Salitre.