Dos Recuerdos Memorables
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Por: Andrés Pineda

Siempre será grato despedir el año con recuerdos memorables, de pronto, lo que para muchos puede resultar insignificante, vano, para otros resulta ser un aliciente, patrimonio inmaterial, posibilidad reconfortante, sensación de tranquilidad y de conciencia que permite encontrarse, buscarse en una introspección, elevando el sentido común.
La posibilidad de contemplar el paisaje en silencio, recorrer el espacio. Uno transita sin hacer ruido sin vociferar nada, se escucha más el canto de las aves, el sonido de agua, una que otra zambullida. Ahí está la danza y el compás, melodías que suenan armónicamente en el entorno natural. Suenan también las hojas secas, los vientos de esperanza, un aire compartido y vital.
Posibilidad de admirar relaciones simbióticas y complementarias de los Ecosistemas, encontrarnos, reconocernos, aprehender, saber que no sabemos todo, conocer, darse la oportunidad de oír, cambiar actitudes, replicar experiencias en distintos escenarios. ¿Por qué? porque por más pequeñas o insignificantes que parezcan han demostrado grandes cambios, en los que se puede repensar la manera como asumimos el entorno, nuestra responsabilidad con él…

*En el burrito.
Tomé un bus por la av. cali hacia la Biblioteca el Tintal donde sería el encuentro para resignificar unas latas que no permitían divisar el Humedal el Burrito, una acción pacífica para impedir que una parte del ecosistema se desecara, dejando sin hogar a cientos de aves ranas y demás especies que habitan esta parte del Humedal.
Era un día a mitad de semana, una convocatoria de improvisto, de repente pensé que no habría mucha gente pero cuando arribé al lugar me sorprendí, me dio mucha alegría… gente unida y comprometida con la preservación, en una causa común.
Al llegar vi el equipo de Humedales Bogotá, diferentes Ambientalistas, Artistas, resistencia Andina, Alejandro del documental “Río” y grupos de jóvenes, nuevas generaciones que paulatinamente constituyen nuevas formas de pensar la ciudad y los espacios del agua, las relaciones entre la ciudad como cuerpo y sus habitantes, jóvenes conscientes con discernimiento (pequeños nichos) cambiando pautas, gestores- promotores de una pedagogía Ambiental, de la Educación Ambiental necesaria y apremiante en una urbe como Bogotá.
Educación Ambiental que obedece a una lógica más compleja, capaz de cambiar hábitos, imaginarios y prejuicios, que puede responder de manera sólida a los retos cotidianos, entendernos como parte, planteando siempre alternativas-soluciones, haciendo posible una veeduría responsable, no agravando los problemas en una actitud quejumbrosa, sino haciendo posible la sinergia de voluntades.
Cuando vi las pinturas de las ranas hechas por los artistas quedé pasmado en un sentimiento de admiración, parecía que la lata fuese un gran lienzo de expresión y al ver a estos artistas pintar con tanta destreza y pasión enmudecí, me pareció, lo más sensato, hacer un poco de silencio, expresarles gratitud, darles las gracias.
Sin duda, un día para recordar.

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*Neuta y Tierra Blanca.
Nuevamente nos encontrábamos, esta vez, para realizar un recorrido por los Humedales de Neuta y Tierra Blanca, gente de distintas localidades y sectores de la ciudad acudía a la plaza central de Soacha, esa Plaza mítica de casas antiguas, escaleras, bancas, calles, transeúntes, manzanas, senderos; de gastronomía, gente amable y atenta, almojábana, masato de Arroz y Maíz, cuajada, pan de bono, garulla, Avena helada.
Algunos realizamos un largo viaje desde el noroccidente de la ciudad (Suba) hasta el extremo opuesto, de polo a polo, de punta a punta, en un trayecto que tomó un poco más de dos horas, por la distancia, tuvimos que abordar cuatro buses, dos por trayecto. Cuando llegué a la Plaza central de Soacha me tomó unos instantes ubicar el punto de encuentro, por un momento pensé que había perdido la madrugada y el viaje, pero cerca de las escaleras nos fuimos agrupando, cuando salió el sol radiante, a la sombra de un árbol.
Comentábamos con un amigo que en este caso la distancia no era un obstáculo, jocosamente me dijo: “me hubiera encantado hacer el trayecto en bici”, “de pronto en otra oportunidad” le contesté, pensando dos veces en el trayecto y la pedaleada (depronto un grupo numeroso, algún día).
El recorrido tuvo un retraso por las llaves de un lugar donde nos facilitarían alguna herramienta, utensilios, implementos, un recipiente para los alimentos y por la consecución de algunas semillas que plantaríamos posteriormente. Al iniciar el camino de la plaza central hacia Quintas de la Laguna, bajamos un poco encontrando un canal de aguas un poco turbias, divisamos algunos roedores por la contaminación y algunas basuras apostadas en los costados.
Tenía un recuerdo vaguísimo del Humedal Neuta, hace tal vez diez años o un poco más que no lo visitaba, jugábamos fútbol o montábamos bici por lugares cercanos sin saber su nombre, para entonces no dimensionábamos la capacidad y las funciones que cumple un Ecosistema como este pero de vez en cuando nos asomábamos por ahí.
Lo que en ese tiempo era una tímida etapa de casas hoy está urbanizado casi hasta la salida de Bogotá en su totalidad, ver tantas casas me hizo pensar un poco en la explosión demográfica y el reto de planificación territorial que sugiere. Cuando llegamos a la caseta por los utensilios nos sorprendió verlos un poco deteriorados casi en desuso, pero esto tampoco fue obstáculo para emprender el camino hacia Tierra Blanca.
Nos recibieron en la caseta dos muchachos que nos comentaron un poco sobre el proceso de recuperación que llevaban a cabo con un grupo de jóvenes del sector, mientras sacaban la balsa de madera que había quedado atascada, los más osados sumergían parcialmente sus botas en un esfuerzo mancomunado por sacar la balsa que estaba un poco atascada.
Luego de sacar la balsa, algunos se deleitaban viendo las aves o fotografiando el paisaje, avanzamos entre pasto hasta llegar a una malla por la cual tuvimos que dar una larga vuelta hasta unas casas donde dimos otra vuelta, era medio día y un sol radiante nos acompañaba, el hecho de estar en grupo siempre hace más amable el recorrido, los vecinos del sector miraban al grupo con un poco de sorpresa, algunos con humor, otros escépticos, otros perplejos.

Al llegar a Tierra Blanca una vecina del sector nos recibió con unas breves palabras, manifestando su voluntad de facilitarnos un poco de agua y colaborarnos en la logística. Despejamos unos árboles que tenían desechos en el contorno de su raíz y sembramos algunas semillas. Jóvenes sacaron con palas sillas y desechos a gran escala, mientras otro grupo, en su mayoría mujeres, colaboraban en la preparación de los alimentos con gran dedicación, una aglomeración de frutas y de colores y una olla altísima de arroz, un menú saludable expuesto y dispuesto magistralmente en unas hojas de repollo, entera creatividad.
Después del almuerzo, libremente algunos compañeros en Minga expresaron sus pensamientos, sentimientos, experiencias, proyectos, algunas intervenciones largas, otras contundentes, pero con la sensación común de poder realizar este tipo de encuentros y mingas para compartir visiones y soluciones.
Caía la tarde de un día por los Humedales Neuta y Tierra Blanca, momento para dialogar y tomarse unas fotos con árboles típicos, departiendo maneras de ver y de aprender, entre chiste y chanza, un recorrido aun más largo que el trayecto de ida, llegando cerca a “la veredita” por la vía indumil y de un tramo del Río, una fila de carros nos observaba mientras llevábamos el recuerdo de la minga. Otrora había más bosque, hoy urbanizaciones y proyectos, pero recuerdo y reflexiono ¿cuántas maneras hay de ver el espacio?.

 

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Agradecimiento:
A Daniel por la invitación para escribir unas breves palabras en esta ventana de expresión, al equipo de Humedales Bogotá, a Carolina por su invitación al recorrido de Cerros y la chicha que nos brindaron, a los artistas del “burrito”, a la comunidad y vecinos del Humedal Tierra Blanca, y a todos los que hacen posible este tipo de actividades. Gracias.
Espero retribuir tanta solidaridad… llevando unas frutas a la próxima minga.

Autor: Andrés Pineda, twitter: @pinquantzse

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